En la carta del mes pasado, cité al Padre Joseph Padre Whelan, SJ, quien dice: “Aquello de lo que te enamoras atrapa tu imaginación, y acaba por ir dejando su huella en todo… Enamórate, permanece en el amor y todo será de otra manera.” Estas palabras tuvieron un significado para mí durante mi reconversión a la fe en 2003. Antes de ese año, mi vida poco se parecía a una vida cristiana. Sin embargo, cuando el Señor me invitó a “tomar su camino,” mi decisión de aceptar ese llamado lo cambió todo. Durante mi primera confesión en casi 20 años, sentí que las cadenas de mi pasado caían—estaba libre. Ese día, comprendí que el Señor me amaba a pesar de mi pasado, y que el pasado no me definía. Más bien, era el amor sacrificial de Jesús desde la Cruz el que verdaderamente definía mi identidad. Desde entonces, he buscado al Señor en amor.
Otra cita que quiero compartir proviene de San Agustín en Las Confesiones: “Nuestro corazón estará inquieto hasta que encuentre descanso en ti.” Encontré la paz del Señor cuando me rendí a su voluntad. Muchas veces pensé que estaba siguiendo al Señor, solo para descubrir que estaba siguiendo mis propios deseos por orgullo. Luché para resistir las cosas que perturbaban mi paz—una paz que solo el Señor podía proporcionar. Me tomó tiempo, pero aprendí a dejar de lado mi ego y buscar al Señor en tiempos de alegría y de dificultad.
En nuestras vidas cotidianas, los invito a reflexionar sobre lo siguiente: ¿He encontrado el amor perfecto de Cristo? ¿Estoy buscando Su voluntad lo mejor que puedo? ¿Qué me impide decirle ‘sí’ a Jesús en cada aspecto de mi vida? A través de la guía del Espíritu Santo, que puedan encontrar el amor transformador de Cristo y que Su paz habite en sus corazones.